lunes, febrero 18, 2008

LIBERTAD DE ACCIÓN

El derecho más intuitivo, evidente e incontestable, es el de la libertad política colectiva de los ciudadanos para poder constituir su propia forma de Gobierno. Si este es necesario, a ver quien sino puede hacerlo.
Esa libertad, que hoy en día no existe en España, se percibe indirectamente cuando se ejerce el derecho colectivo a la huelga por alguna reivindicación, cuando se movilizan las masas manifestándose o la que hace que los ciudadanos españoles se sientan discriminados ante los privilegios de sus compatriotas en los territorios donde rigen los nacionalismos periféricos.
Por poner un ejemplo didáctico, se percibe individualmente en lo que sentimos cuando vemos que alguien se trata de introducir, sin ducharse, en una piscina en la que nos estamos bañando o cuando alguien fuma en un espacio cerrado, saltándose la prohibición.
Es el derecho democrático, el autentico derecho igualitario a elegir, entre lo disponible, a los que nos van a mandar (poder ejecutivo) y a los que nos van a representar (poder legislativo).
Es el derecho que nos usurparon en la transición, donde la sociedad no pudo elegir, sino que se le impuso este régimen disfrazado de democracia, como única alternativa al moribundo franquismo.
El derecho democrático a la libertad política, carecería de sentido si no hubiese libertad de acción ciudadana.
Esta libertad, mediante su poder constituyente, debe ser la garante de que la forma de Gobierno, será la que quiera la sociedad, sin imposiciones voluntaristas de ningún grupo o facción política o económica, totalitario u oligárquica.

Pero para que exista libertad de acción, libertad política y poder constituyente, hace falta espíritus libres, críticos y conscientes, que sepan distinguir donde existe democracia y donde no.
Que sepan distinguir entre unas elecciones democráticas (EEUU), donde cada ciudadano puede elegir a personas, sean de partido o no, y unas elecciones donde solo se puede votar a una lista cerrada y bloqueada.
Que sepan percibir la servidumbre ciudadana, que pide prebendas estatales para todo y se deja seducir por la mercadería electoral, en vez de promover la iniciativa ciudadana inteligente.
Que sea consciente de la opinión pública preformada por los medios de comunicación de masas y sepa formarse, con espíritu crítico, su propia opinión libre.
Y que sepa que el mayor daño que se le puede hacer a este régimen, al margen de la propia libertad de acción y de desenmascarar la farsa en la que se sustenta, es deslegitimarlo no acudiendo a las urnas y no participando en lo que los oligarcas califican como “la gran fiesta de la democracia”.