Muchos cabezas de lista más votados del partido ganador se quejan, con manifiesta candidez, de como es posible que habiendo alcanzado la mayoría de votos, se vean relegados a la oposición.
Partidos que han obtenido un número considerable de votos (IU), quedan fuera del reparto de concejales o diputados, mientras otros, obteniendo un número muy parecido (BILDU o CIU), arrasan y ganan concejalías y alcaldías por doquier. Esto es consecuencia de la ley D`Hondt, que añade mas leña al fuego de la partitocracia.
Como es natural cuando algo perjudica, el PP clama por una reforma del sistema que obligue a gobernar a la lista mas votada. Olvidando que en el País Vasco, PP y PSOE en minoría han desbancado al PNV.
Por otra parte, IU aboga por una reforma de reparto de escaños en proporción exacta al número de votos.
Defensores de este régimen de poder, ven natural que partidos minoritarios unan sus fuerzas hasta alcanzar la mayoría para gobernar.
Las dos primeras propuestas son ilusas e ineficientes. La última, siendo la más razonable, habla a las claras de la falacia política del sistema de voto proporcional. Con estas reglas del juego, es legítimo que partidos con votación marginal, manden a la oposición a partidos muchísimo mas votados y que el vencedor quede fuera de todo tipo de decisión política durante cuatro años.
También resulta frustrante para el ciudadano que se decantó por un partido ganador y que ve como sus opciones políticas quedan en el ostracismo.
La reforma para que gobierne la lista mas votada es un brindis al sol, pues todas o casi todas sus propuestas políticas genuinas, se verían bloqueadas al no tener mayoría absoluta de congresistas.
Con la propuesta de IU se tendría que dar entrada a todas las fuerzas políticas aunque solo tuvieran un voto. Esto crearía ineficiencia en la gobernabilidad y haría prácticamente imposible la misma en muchos ayuntamientos.
Todas estas consecuencias del irresponsable y antidemocrático sistema proporcional de voto, propio del parlamentarismo, quedan a la vista hasta para las mentes más preclaras de esta partitocracia.
Porque el fin último de estas elecciones, se diga lo que se diga, es el gobierno de los ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Y gobernar solo puede hacerlo uno y ese tiene que ser elegido por mayoría.
El debate no debe encauzarse a buscar soluciones a un sistema nefasto, sino cambiarlo por otro representativo del elector y que garantice la libertad política.
La elección de alcaldes debería ser en votos a candidaturas uninominales a doble vuelta, exactamente igual que los presidentes de las Comunidades Autónomas.
De esa manera tan sencilla, se acabaría con las cábalas, mayorías versátiles, contubernios de perdedores y otras trápalas propias de esta oligarquía de partidos.
Se habla de sistema injusto porque deja fuera de las instituciones amplia proporción de votos, pero además de que ocurre lo mismo con el sistema proporcional, como he explicado arriba, este es el único que puede dejar, durante toda la legislatura, fuera de todo tipo de decisiones e iniciativas, ¡al ganador!
Por ello la democracia es inviable sin un sistema de voto mayoritario. Inculcar esa evidencia en la juventud levantisca del 15-M debe ser nuestro principal reto.