Estamos asistiendo a un esperpéntico y patético escenario en el que está en juego la secesión de una histórica nación, anterior a todas las revoluciones liberales y hace mas de un siglo despojada de su imperio colonial.
La maniobra de los separatistas catalanes, muy activos e ingeniosos políticamente, está desnudando a este régimen de poder basado en las listas de partido, sin representación y sin democracia.
Cataluña asiste a un institucionalismo independentista sin precedentes en la historia |
Precisamente esas listas, a modo de colosales caballos de Troya, son las herramientas para la aniquilación de España como nación. España, sin Cataluña, no es y Cataluña no es sin España. La secesión, perfectamente planificada y públicamente difundida por la lista de Junts pel Sí, está maniatando no solo a la gran mayoría de Catalanes que se sienten Españoles, sino a las instituciones del Estado que se ven incapaces de hacerles frente con argumentos y medidas legales. Simplemente esperan que dicha lista no logre la mayoría absoluta para que el parlamento catalán no pueda declarar formalmente la independencia.
Los separatistas tienen como rehén a lo que ellos llaman “pueblo catalán”, que solo lo forman los que piensan como ellos, producto de muchos años de adoctrinamiento nacionalista deformando y falseando los conceptos, la geografía, la historia, los sentimientos históricos de los personajes mas conspicuos de la historia catalana y las ideas políticas, incluso filosóficas. De esa forma esperan que llegue un momento que juntando varios partidos puedan tener la mayoría deseada para sus planes.
Ni existe, ni puede existir el derecho a decidir, porque objetiva e institucionalmente este solo está reconocido para países federados o colonizados. Fuera de ese ámbito entra dentro de la ideología particular de cada grupo o partido; no se puede por tanto exigir “como democrático” algo que no existe en el derecho nacional ni internacional. La democracia no está para decidir la formación o separación de naciones, sino para elegir los representantes y gobernantes.
No se pude mantener mas en el poder con dinero de todos los españoles a grupos o partidos que pretenden la aniquilación de la nación. Entre otras cosas, en ese dinero y en ese poder residen la razón de su fuerza y la capacidad de organizar todas las medidas políticas que están poniendo en jaque a los poderes del Estado y enfrentando gravemente a los ciudadanos.
Llegado a este punto, son todos los valores en que se basa esta partidocracia los que impiden a sus gobernantes que actúen contra los secesionistas. El relativismo, el buenismo, el consenso y la demagogia. Especialmente esta última, verdadero espíritu venerado entre los partidos, como se demuestra diariamente, apelando a la libertad de expresión para insultar y ultrajar las ideas ajenas, a entablar una carrera de acogimiento de extranjeros cuando existen miles de hogares españoles sin ningún ingreso ni asistencia pública o por el miedo a los poderes públicos para hacer cumplir la ley para no “crear mártires”.
Si existiera auténtica democracia, con elecciones independientes al parlamento y a la presidencia del gobierno con candidaturas uninominales, todo esta farsa oligárquica se vendría abajo. Si todos los españoles eligiéramos nuestro presidente, serían imposibles las maniobras de los independentistas y no habría peligro ni para Cataluña ni para el resto de España a una artificial secesión, pues habría libertad política y donde reina la verdad, la lealtad y la virtud no hay lugar para engaños montados en quimeras.