Cada vez se usa mas entre la clase política, la maniobra demagógica de citar a los ciudadanos como coartada y justificación para su ejercicio del poder.
Así, el flamante presidente de Castilla la Mancha, José María Barreda, les ha dicho a los componentes de su gobierno, que no sean Consejeros burócratas y no gobiernen ajenos a los ciudadanos.
Recuerdo cuando estudiaba historia, que al periodo de la segunda mitad del siglo XVIII, se le conoce como Despotismo Ilustrado. El mas preclaro representante de ese movimiento es el monarca español Carlos III de Borbón que antes fue rey de Nápoles.
Esta etapa de la historia, previa a las revoluciones estadounidense y francesa, fue el periodo en el que el hombre tuvo la lucidez suficiente para darse cuenta que lo del encargo divino de la monarquía era un camelo fruto de unas ideas desfasadas y anacrónicas.
Este periodo, llamado de la Ilustración o también siglo de las luces, produjo insignes personalidades y pensadores que cambiaron la concepción intelectual y moral de la humanidad, como Voltaire, Diderot, Newton, Jefferson, Locke, Hume, etc.
El hombre toma conciencia de su igualdad y dignidad humanas, al margen de sus creencias religiosas apareciendo las primeras ideas de derechos humanos y democracia (Montesquieu, Rousseau), entendida como la participación de los ciudadanos en la acción política sin distinciones de clase y los principios electivo y de separación de poderes que, como ya hemos visto en esta bitácora, constituyen la libertad política.
Esas ideas, calaron fuertemente en la opinión de la época y se expandieron como reguero de pólvora espoleando a las masas hacia la revolución.
Simultáneamente, en la Europa conservadora de los privilegios de la aristocracia, se luchaba porque esas ideas no se impusieran en la población provocando los hechos de Francia y EEUU.
En España la manera de evitarlo, fue realizando reformas institucionales como acabar con el monopolio de la nobleza en el poder, reformas fiscales, educativas, desamortización de bienes, etc.; también se realizaron numerosas obras y actuaciones con el fin de modernizar la anquilosada sociedad española del momento.
Para evitar los excesos revolucionarios de otros países, los monarcas de la época, justificaron dichos cambios políticos incluyendo en su discurso y en su ideal, la felicidad del pueblo. Todas esas reformas se realizaban para conseguir el bienestar y la felicidad del pueblo como fin último de la acción política.
Los estudiosos de la época han calificado al Despotismo Ilustrado, con la nemotécnica y expresiva frase de: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. La aristocracia política tenía la clarividencia necesaria, para saber lo que el pueblo quería y necesitaba lo cual se plasmaba en su obra política. Cualquier acción de este tipo era considerada para el bien de los gobernados, pero sin contar con ellos para nada.
Tres siglos mas tarde y casi uno después del primer estado de partidos, modelo que se impuso en la reconstrucción europea de después de la segunda guerra mundial, las palabras de Barreda, vienen a corroborar la misma actitud defensiva de los antiguos ilustrados con respecto a nuestros ilustrados oligarcas actuales.
Resulta curioso que esta actitud se produzca cuando proliferan por toda Europa movimientos ciudadanos que proclaman su derecho a la libertad política y exigen a los detentadores, que entreguen el poder al igual que se les exigía a los monarcas del antiguo régimen.
“Nosotros nos debemos a los ciudadanos”, dicen casi todos los políticos, como una frase hecha.
El presidente Zapatero responde a la petición de Rajoy de adelantar las elecciones, elevando el tono de voz, para remarcar mas la frase, vitoreada por sus compañeros de partido: “Voy a cumplir íntegramente con el mandato de los ciudadanos”.
Lo cierto es que nadie cuenta con los ciudadanos, ni se les pide opinión, mas allá de las encuestas oficiales u oficiosas para temas de interés partidista, ni aquellos tienen mas margen de acción política, que la de consignar las listas cerradas que cada cuatro años nos presentan los partidos políticos, sin poder elegir ni deponer libremente a sus gobernantes.
En aquel voto, que yo sepa, no viene ningún encargo ni ninguna declaración de intenciones. Además los cargos electos no están sujetos a mandato imperativo, según reza en la Constitución.
Entonces, si no hay mandato imperativo, ¿por qué tanto insistir en justificar las actuaciones en la voluntad ciudadana?; ¿por qué la advertencia de Barreda a su Gobierno, si se da por hecho lo que cínicamente se afirma?
Así, el flamante presidente de Castilla la Mancha, José María Barreda, les ha dicho a los componentes de su gobierno, que no sean Consejeros burócratas y no gobiernen ajenos a los ciudadanos.
Recuerdo cuando estudiaba historia, que al periodo de la segunda mitad del siglo XVIII, se le conoce como Despotismo Ilustrado. El mas preclaro representante de ese movimiento es el monarca español Carlos III de Borbón que antes fue rey de Nápoles.
Esta etapa de la historia, previa a las revoluciones estadounidense y francesa, fue el periodo en el que el hombre tuvo la lucidez suficiente para darse cuenta que lo del encargo divino de la monarquía era un camelo fruto de unas ideas desfasadas y anacrónicas.
Este periodo, llamado de la Ilustración o también siglo de las luces, produjo insignes personalidades y pensadores que cambiaron la concepción intelectual y moral de la humanidad, como Voltaire, Diderot, Newton, Jefferson, Locke, Hume, etc.
El hombre toma conciencia de su igualdad y dignidad humanas, al margen de sus creencias religiosas apareciendo las primeras ideas de derechos humanos y democracia (Montesquieu, Rousseau), entendida como la participación de los ciudadanos en la acción política sin distinciones de clase y los principios electivo y de separación de poderes que, como ya hemos visto en esta bitácora, constituyen la libertad política.
Esas ideas, calaron fuertemente en la opinión de la época y se expandieron como reguero de pólvora espoleando a las masas hacia la revolución.
Simultáneamente, en la Europa conservadora de los privilegios de la aristocracia, se luchaba porque esas ideas no se impusieran en la población provocando los hechos de Francia y EEUU.
En España la manera de evitarlo, fue realizando reformas institucionales como acabar con el monopolio de la nobleza en el poder, reformas fiscales, educativas, desamortización de bienes, etc.; también se realizaron numerosas obras y actuaciones con el fin de modernizar la anquilosada sociedad española del momento.
Para evitar los excesos revolucionarios de otros países, los monarcas de la época, justificaron dichos cambios políticos incluyendo en su discurso y en su ideal, la felicidad del pueblo. Todas esas reformas se realizaban para conseguir el bienestar y la felicidad del pueblo como fin último de la acción política.
Los estudiosos de la época han calificado al Despotismo Ilustrado, con la nemotécnica y expresiva frase de: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. La aristocracia política tenía la clarividencia necesaria, para saber lo que el pueblo quería y necesitaba lo cual se plasmaba en su obra política. Cualquier acción de este tipo era considerada para el bien de los gobernados, pero sin contar con ellos para nada.
Tres siglos mas tarde y casi uno después del primer estado de partidos, modelo que se impuso en la reconstrucción europea de después de la segunda guerra mundial, las palabras de Barreda, vienen a corroborar la misma actitud defensiva de los antiguos ilustrados con respecto a nuestros ilustrados oligarcas actuales.
Resulta curioso que esta actitud se produzca cuando proliferan por toda Europa movimientos ciudadanos que proclaman su derecho a la libertad política y exigen a los detentadores, que entreguen el poder al igual que se les exigía a los monarcas del antiguo régimen.
“Nosotros nos debemos a los ciudadanos”, dicen casi todos los políticos, como una frase hecha.
El presidente Zapatero responde a la petición de Rajoy de adelantar las elecciones, elevando el tono de voz, para remarcar mas la frase, vitoreada por sus compañeros de partido: “Voy a cumplir íntegramente con el mandato de los ciudadanos”.
Lo cierto es que nadie cuenta con los ciudadanos, ni se les pide opinión, mas allá de las encuestas oficiales u oficiosas para temas de interés partidista, ni aquellos tienen mas margen de acción política, que la de consignar las listas cerradas que cada cuatro años nos presentan los partidos políticos, sin poder elegir ni deponer libremente a sus gobernantes.
En aquel voto, que yo sepa, no viene ningún encargo ni ninguna declaración de intenciones. Además los cargos electos no están sujetos a mandato imperativo, según reza en la Constitución.
Entonces, si no hay mandato imperativo, ¿por qué tanto insistir en justificar las actuaciones en la voluntad ciudadana?; ¿por qué la advertencia de Barreda a su Gobierno, si se da por hecho lo que cínicamente se afirma?
Nuestros políticos piensan, que al igual que nuestros antepasados de la época del Despotismo Ilustrado, nos tenemos que creer que ellos actúan en todo momento para procurar nuestro bienestar y hacernos felices.
Es el nuevo despotismo, el del siglo XXI, el Despotismo Partitocrático.
En nuestras manos y sobre todo en nuestras acciones está el evitar, como ocurrió a finales del siglo XVIII en nuestro país, que unas cuantas reformas de los oligarcas (listas abiertas, gobierno de la lista más votada y otras) impidan la revolución pacífica ciudadana que nos lleve a la verdadera democracia, conquistando, así, la tan anhelada libertad política.
4 comentarios:
Luis Alonso, las palabras de Godoy María Barreda, cortesano de JJosé Bonoparte son como los dulces que no amargan a nadie, ni tampoco...
Esta clase de políticos fantasmas, a la altura del betún, abundan en Castilla-la Mancha. Te escribo desde Guadalajara, desde Sigüenza, lugar en el que se oye hablar de la junta cada cuatro años. Barreda que habla como mi abuelo, que ha aprendido atado con el collar a ladrar sigiloso y morder más bien poco, no necesita más para llevarse de calle a una gente inocente. Dicen que cada uno tiene lo que se merece pero sí es así debemos por lo menos hacer caso omiso al canto de sirenas que ronda todos los días por nuestra región. Es una vergüenza ver como nos torean. Pero como somos libres prometo escribir algún artículo de crítica sobre estos engañabobos de Castilla-La mancha. Es hora de una lección ciudadana ante palabras fáciles y hechos nulos.
Desgraciadamente, Bibliófilo, esto no es privativo de Castilla la Mancha, sino de toda España.
Este estado de las autonomías centralistas, solo reproduce el mismo esquema de la administración burocratizada y anquilosada, de espaldas a la sociedad civil y con unos dirigentes mediocres, que lo único que entienden de política lo han mamado de los oligarcas demagogos.
Me consta que Barreda es una persona de buena fe, pero si de verdad quiere apoyarse en los ciudadanos debe promover los cambios para que eso ocurra de verdad, no pedirlo a sus colaboradores.
Ya hemos dicho muchas veces que este régimen se hizo de arriba abajo y cada palabra y actitud de sus mandamases, lo demuestra.
Y en Castilla la Mancha el problema añadido es que jamás ha gobernado algo diferente al PSOE, lo que ha creado un clientelismo político que se ha infiltrado en la sociedad, al modo de un cáncer maligno, de tal manera que la ciudadanía esta enferma terminal. O reaccionamos o certificamos nuestra propia muerte política.
Un saludo afectuoso.
Hola Quijano:
Acabo de comentarle a Lino a ver si nos volvemos a reunir este mes, a tomarnos unas birras/cafés mientras debatimos animadamente. Si tienes pensado "bajar" a Valencia a ver si quedamos hombre.
Un abrazo
Democracia sí, pero ¿para cuando?
Pasemos a la acción
Sería un placer, querido Karlitox, el volver a reunirnos. Te mantendré informado de mi próxima visita a Valencia.
Sobre el advenimiento de la democracia, tranquilo. Nuestras bitácoras tienen la fuerza trasformadora del lenguaje. El empuje que permitirá que los ciudadanos se hagan conscientes de sus posibilidades de acción en pos de su libertad. Cuestión de tiempo.
Con los mejores deseos de amistad y colaboración, recibe un cordial saludo.
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