Los oligarcas del régimen infiltrados en los partidos políticos de ideologías falsas, caducas y trasnochadas, viven de la lucha por el voto de los ingenuos, que creen que de esa manera está representados y se cumplen sus demandas políticas, cuando ocurre todo lo contrario; los partidos imponen sus programas, sus objetivos y sus ambiciones personales que se encargan de llevar adelante sus gerifaltes, que aparecen los primeros en las listas electorales asegurando, así, su perpetuación en el poder.
La mascarada escenificada entre los socialistas Zapatero y Montilla, como si su encuentro en La Moncloa se tratase de dos jefes de Estado diferentes, muestra a las claras la gran distancia que existe en entre la voluntad de millones de españoles plasmada en siglos de existencia nacional de España, de la actitud, léxico y postura política de estos dos impostores de la historia. No se pueden decir tantas barbaridades en tan poco tiempo. Montilla, catalán de adopción, brama reclamando un estado federal. Para que haya un estado federal, tendría que haber dos naciones de hecho y legalmente constituidas. Un estado federal se puede formar, por ejemplo, entre Portugal y España. Nada ataría en un futuro a estos dos países para mantener dicha federación, pudiendo unilateralmente separarse en cualquier momento, por desavenencias en los acuerdos federales.
Pero no puede haber estado federal entre regiones de un mismo país. No por decir hasta la saciedad “somos una nación”, hace que dicha nación exista.
Pero, ¿quiere Montilla, realmente, el reconocimiento nacional de Cataluña? Por que aquí no hay medios paños. Si se reconoce que Cataluña es una nación, se abriría la puerta para su independencia. ¿Por qué, si no, se reclama dicho reconocimiento?
Si eso es así, no hace falta que Montilla vaya a la Moncloa a decirlo para toda España. Puede hacer como su primer predecesor Companys, que en 1934 proclamó el estado catalán dentro de la República federal española. Desgraciadamente para este, eran otros tiempos y el general Batet, enviado por el presidente Lerroux, abortó la proclama.
Pero si esta ocurre hoy, ¿quién lo iba a impedir?; ¿el rey, que no da muestras ni de que esté, ni de que se le espere?; ¿Zapatero, que se ofrece voluntario a vulnerar la sentencia del máximo interprete de una constitución que él ha prometido cumplir y hacer cumplir?
Hasta el tribunal de la Haya, con su autoridad universal, ha sentando un histórico precedente, declarando legal, la independencia de Kosovo. Aunque se argumente que este caso no es comparable, ya que se ha castigado la represión servia sobre la población mayoritariamente albanesa, si que existe una analogía en el hecho de la proclamación de independencia que es lo que se ha juzgado, no las causas.
¿A que espera, por tanto, Montilla?
Habrá que dar la razón a los que sostienen que el nacionalismo es una postura victimista para conseguir ventajas económicas del presupuesto de turno. Alimenta una ideología minoritaria que se manifiesta en apoyo electoral, pero realmente solo pretende prebendas en forma de poder y dinero.
Y si ese apoyo sirve para mantener a un gobierno inepto, falso y oportunista, la representación teatral está garantizada. Es la gran mascarada de la partitocracia.
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