lunes, mayo 10, 2010

LA FALACIA DE LA PROPORCIONALIDAD

La democracia política o formal, tal como la defiendo en este blog, es la forma de gobierno que garantiza la libertad política de los ciudadanos, que son los que tienen en exclusiva el poder constituyente de la organización política.
La democracia debe tener, por tanto, las siguientes características incondicionales:
     1. Poder ejecutivo electivo. El gobierno se tiene que elegir por elección directa, entre todos los ciudadanos de la nación, como garantía de un gobierno fuerte e independiente de los otros poderes.
     2. Representación. Los ciudadanos tienen que tener sus representantes legislativos elegidos en distritos pequeños, por mayoría de votos entre las distintas opciones. La elección de un solo representante por distrito garantiza la responsabilidad y el control de la gestión por los ciudadanos, que por diversos mecanismos (comisiones de control, recogida de firmas, etc.) pueden revocar su nombramiento.
     3. División de poderes. No basta con la simple separación de funciones como existe hoy en España y existía también en el franquismo. Para que haya división de poderes tiene que haber independencia de los mismos, con distinto origen y funcionamiento como garantía de que entre ellos se controlen, para evitar el monopolio de poder, que recordemos pertenece al conjunto de ciudadanos por su libertad política.
La polémica se ha desencadenado en el Reino Unido, con motivo de las últimas elecciones, donde la tercera opción política pide un cambio electoral para transformar el sistema de voto mayoritario por otro proporcional, donde los escaños se repartan por proporción de votos emitidos, como ocurre aquí en España.
Los liberales de Clegg, se verían favorecidos al contabilizar los votos ineficientes de los distritos en los que no se alcanza la mayoría. Es decir, el partido recavaría más escaños que le permitiría estar en una mejor posición a la hora de elegir al gobierno de la nación.
Sin entrar en la historia y tradiciones electorales británicas, el efecto nefasto de sus crisis está producido precisamente por carecer de un gobierno electivo, primera característica de la democracia. Cuando esto ocurre y el poder ejecutivo depende y es elegido por la cámara legislativa, estamos hablando de parlamentarismo, que es lo que tienen los británicos.
Si estos introducen el voto proporcional, involucionarían un paso mas atrás, hacia la partitocracia, donde lo partidos controlan los tres poderes, que es lo que tenemos en España.
El sistema proporcional rompe el principio de representación, pues al introducir varios representantes por distrito, anula así la responsabilidad e imposibilita el control en la gestión, quebrando la segunda característica de la democracia.
Además, se basa en una falacia demagógica que consiste en cambiar sutilmente el objeto de la representación desde el ciudadano al partido político. Esto es lo propio de la partitocracia.
También se cambia el fin último de la elección que es la representación, por la “justicia” en la elección, ya que se alega ser más justo el voto proporcional pues refleja mejor el resultado en función al número de votos, cuando estos están para elegir representantes, no partidos.
Precisamente la distribución de los votos en distritos pequeños de unos 50.000 a 100.000 habitantes, garantiza la representatividad que es la preferencia mayoritaria de los candidatos por el conjunto de los ciudadanos. El sistema proporcional acabaría con esa representatividad, al introducir entre la proporción, representantes no mayoritarios.
De ahí, que Gordon Brown, para seguir en el gobierno, ofrezca a Clegg dicho cambio proponiendo elecciones en distrito único y reparto proporcional de escaños según su número de votos; eso es justamente lo que se podría imponer en nuestra partitocracia, sin alterar ni un ápice el funcionamiento del régimen.
Eso sí, habría un considerable ahorro en tiempo y dinero, muy adecuado para reducir el déficit como medida mas socorrida para combatir esta crisis económica.