viernes, abril 27, 2007

NO HAY LIBERTAD DONDE NO SE PUEDE ELEGIR

La proximidad de las elecciones municipales y la mayoría de las autonómicas, pone de nuevo sobre el tapete la propaganda de nuestros dirigentes de que tenemos una auténtica democracia porque podemos elegir entre una gran variedad de partidos políticos.
Pero, claro, falta saber e informar que en esa elección, parten con ventaja los grandes partidos a los que el estado dota de mayores recursos económicos para costearse las clarísimas campañas electorales de esta partitocracia.
Esta circunstancia, lógicamente, acaba con las posibilidades de los partidos que apenas tienen otros recursos que los de sus afiliados. Como el reparto del pastel para las campañas, se realiza proporcionalmente al número de votos obtenidos en las elecciones anteriores, es imposible prácticamente el despegue de cualquier formación que no sea los partidos que acaparan la mayoría de los electores.
Por otra parte, dentro de la elección de cada partido, esta solo se puede hacer por una lista, cerrada y bloqueada donde cualquier anotación lleva consigo la nulidad del voto.
La presumible elección, por tanto queda limitada a uno de los grandes partidos, si no quieres que tu voto sea intrascendente, por lo que todo queda en mero acto de sentimentalismo por razones económicas, sociales y familiares del votante. Esto es lo que los oligarcas conocen y definen como voto útil.
Con este último criterio, si uno es de derechas solo le queda más opción de votar al PP. Y si es de izquierdas, solo puede votar al PSOE. Y solo puede votar a las personas que vienen en las listas (cerradas) y por el mismo orden (bloqueadas).
Siempre he pensado que las elecciones municipales son las que mas se aproximan a la auténtica democracia. Y eso porque es el mayor acercamiento que realiza la impersonal y burocrática maquinaria del poder oligárquico al ciudadano.
En estas elecciones, los electores suelen conocer, tanto a los candidatos, como a los que vienen en su lista. También se permite la presentación de listas de candidatos independientes, al margen de los partidos políticos.
Conozco incluso un caso de una candidatura de un municipio de la provincia de Albacete, en la que cada candidato se compromete a realizar un objetivo en un área determinada. Estas son algunos de los compromisos:
Ø Uno dio a conocer la creación de un Centro de Investigación y Desarrollo Agrícola y Ganadero, así como la creación de cien kilómetros de caminos y un polígono agrícola.
Ø Otro en el área de Mayores, se comprometió a crear un nuevo centro y rehabilitar el actual, y que prestarán una atención personalizada al colectivo.
Ø Otro anunció caso de alcanzar la Alcaldía, llevará a cabo la recogida de basuras todos los días de la semana y que prestarán un especial cuidado a las zonas verdes.
Ø También hubo compromisos en el área de Cultura, que anunciaba la creación de un museo para la recuperación de tradiciones y de un horno tinajero.
Ø En el área de deportes se anunció que todas las instalaciones deportivas de la ciudad estarán abiertas todos los días de la semana.
Ø En el área de Juventud, se propuso la construcción de viviendas protegidas para jóvenes con opción a compra.
Ø También se dijo que se concederían ayudas e incentivos para la creación de empresas de jóvenes agricultores.
Ø Pondrían en marcha una oficina para la internacionalización de las empresas y destacaron la ampliación de los polígonos industriales
Ø En el área sanitaria, se comprometieron a que el Hospital contará con más médicos y servicios, tales como hemodiálisis, así como con un nuevo aparcamiento con 400 plazas de vehículos y diez para autobuses, además de un nuevo Centro de Salud

He citado algunas propuestas concretas, susceptibles de evaluar en la práctica y fáciles de detectar en caso de incumplimiento. Por supuesto en esta partitocracia, no se van a cumplir la mayoría de esas promesas y además con total irresponsabilidad del que las realiza.
Pero esto, que debería ser la condición indispensable para presentarse al electorado, se realiza en este régimen como caso insólito y como reclamo político. Imaginemos por un momento que el votante tuviera oportunidad de elegir a cada uno de esos candidatos por separado. Podría elegir, por ejemplo, a alguien que se comprometiese a poner una biblioteca virtual, donde estuviese garantizado el acceso a cualquier libro de cualquier biblioteca del mundo. O a un candidato de mi distrito que se comprometiese a becar estudios para revolucionar los sistemas de riego, problema principal de mi localidad. Y a otro, fuese del partido que fuese, que garantizase la asistencia gratuita de niños para familias con un determinado nivel de renta. Y que además se comprometiese a habilitar las bibliotecas y grandes salones de la zona como puntos de encuentro cultural entre los jóvenes, con promoción de actividades para el tiempo libre, lo que constituiría una alternativa seria a la cultura del botellón y de la movida. O a cualquiera de los que realiza una de las propuestas enumeradas anteriormente, que me beneficiase o en la que personalmente tuviese interés.
El ayuntamiento estaría compuesto por los candidatos mas votados en dos vueltas, para poder discernir en la primera lo propio y en la segunda lo que prefiero de los dos mas votados.
Eso si que es posibilidad de elección.
Vayamos más allá e imaginemos que yo pudiese elegir a un candidato y a la vez que lo hago estoy votando a una comisión de ciudadanos, constituida proporcionalmente a los votos emitidos, que se encargará de velar porque dichos compromisos se cumplan. Sin no se cumpliesen, esa comisión tendría capacidad, por decisión de la mayoría de sus miembros, para apartar al candidato de su cargo y activar de esa forma el mecanismo de elección de otro.
De esa manera tan sencilla, se habría alcanzado la libertad política que estamos demandando los ciudadanos que queremos de verdad la democracia.
Esa es la auténtica libertad política donde nuestros representantes, elegidos por la mayoría, serían los auténticos representantes de la sociedad civil, atenderían a sus demandas y estarían controlados por esta para, en caso de incumplimiento, apartarlos de nuestra maltratada confianza.
Solo con esas normas debemos jugar.
Con las normas de esta oligarquía, tramposas y falsas, se promociona la falacia e institucionaliza la mentira; eleva al poder a personas irresponsables, incontroladas, sin independencia y con el monótono mensaje demagógico y estereotipado del partido político estatal.
No puede haber elección donde lo que se vota nos viene impuesto. La auténtica libertad no consiste, como pregona la propaganda oligárquica, que el ciudadano de a pie pueda elegir entre distintas opciones, sino que este pueda elaborar las opciones elegibles. Si son los candidatos los protagonistas de la acción política, los ciudadanos deberían poder elegirlos. Eso que parece de sentido común no se contempla en este régimen ni como hipótesis. ¿Por qué, entonces no se quiere ni hablar de la posibilidad de cambiar el sistema electoral, para que los ciudadanos podamos elegir candidatos en vez de partidos? ¿Por qué se limita la libertad politica que reclamamos a las élites de los burocratizados, oscuros y enigmáticos despachos de los partidos políticos?
No solo no debemos jugar así, sino que debemos exigir y luchar porque cambien las reglas, con algo tan fácil y pacifico como retomar los arrebatos de pequeñitos cuando en nuestros juegos infantiles, al observar el abuso descarado o la clara infracción del compañero, exclamábamos: ¡así no juego y además no te “ajunto”!.

miércoles, abril 18, 2007

HACIA LA DEMOCRACIA DIRECTA

En las antiguas ciudades-estado griegas, la democracia era directa, es decir, participada directamente por los ciudadanos con derechos políticos; aunque formaban una auténtica aristocracia política, su actividad se ejercía con poderes independientes y separados. El Arconte (rey) era quien gobernaba y la asamblea popular o Ecclessia (Atenas) era la encargada de aprobar las leyes que elaboraba la Bule, cuerpo consultivo para ayudar al rey. A la Ecclessia pertenecían todos los ciudadanos con derechos políticos.
Posteriormente, la soberanía se ejerció sin discusión por encargo divino en las personas de los monarcas absolutos hasta que los pensadores de la ilustración empezaron a hablar de contrato social (entre el soberano y la sociedad) y división de poderes.
Durante la Revolución Francesa, los ciudadanos pudieron comprobar que la soberanía se podía ejercer sin la persona del rey. Para cerciorarse bien de esto, le cortaron la cabeza.
A partir de entonces surge el problema de la representatividad de la actividad política. El parlamentarismo de los estados liberales y la actual partitocracia, se han mostrado soluciones insatisfactorias. El poder no es ejercido por los ciudadanos que deberían ser los auténticos amos, sino por grupos minoritarios que imponen sus normas en nombre de aquellos o de la nación.
Nunca hasta ahora desde los tiempos de la antigua Grecia, se había planteado la posibilidad de que los ciudadanos se gestionen directamente los asuntos públicos. Los avances tecnológicos, culturales, políticos y económicos experimentados en el mundo hacen imposible pensar en la democracia directa en la que el ciudadano, por turnos o sorteo, forme parte de las instituciones políticas como ocurría en la antigua civilización griega.
¿Cómo resolver eficientemente la representación de los ciudadanos para suplantar el ideal de su participación directa en las cuestiones políticas? Montesquieu en su Espíritu de las Leyes, decía que el pueblo que detenta la soberanía, debe hacer por sí mismo todo aquello que pueda hacer bien. Los ciudadanos tendrían que poder elegir directa y democráticamente a sus representantes y decidir (por la ley de las mayorías) las cuestiones que se plantean actualmente en los foros de decisión política (Cortes). En Europa, las consultas al pueblo (referéndum) parten como iniciativa de la autoridad y están limitadas a determinadas circunstancias especiales. Esto lleva consigo la parafernalia de convocatoria, fecha de celebración, redacción de la consulta, campaña, etc., que la convierte en una práctica ocasional y excepcional con respecto a la toma de decisiones que se produce de forma usual en el Congreso y Senado.
En EEUU y Suiza, donde existe libertad política, los refrendos pueden partir como iniciativa ciudadana.
Desde esta bitácora y desde la ALCD, hemos defendido el derecho ciudadano a organizar y decidir directamente en los asuntos públicos y hemos denunciado la usurpación que hace el poder político actual de este derecho.
El desarrollo tecnológico y la revolución de las comunicaciones acontecida en los últimos años (los teléfonos móviles, Internet, la televisión interactiva, etc.), hacen que no sea descabellado pensar en la posibilidad de la decisión directa de los ciudadanos en la política.
En España, actualmente hay más teléfonos móviles dados de alta que habitantes. El DNI electrónico de reciente implantación, junto a la integración de las tecnologías de Internet con televisión y la telefonía, hace que sea cuestión de poco tiempo la realidad de que con un simple programa informático, se pueda conocer la voluntad de millones de personas de manera casi instantánea.
¿Qué impedirá entonces que las votaciones que ahora se producen en el congreso, no se puedan realizar simultáneamente por los ciudadanos con derechos políticos? ¿Se replantearía, en consecuencia, la forma de representación política? ¿Qué sentido tendrían entonces la elaboración de listas de candidatos en las habitaciones oscuras de los partidos estatales?
Evidentemente siempre tendrá que haber una clase política profesional, para elaborar las leyes y custodiar su correcta aplicación, así como jueces profesionales que dirimen los conflictos surgidos. Pero no será poco que todas sus decisiones se voten por todos los ciudadanos cuando sea posible hacerlo a través del móvil, el ordenador o la televisión, igual que se decide, por ejemplo, el resultado de un festival o un concurso.
Eso es lo que llamamos democracia participativa que es el camino intermedio entre la democracia directa y la representativa.
El acercar la democracia al ciudadano, ejercerá un nuevo control sobre la clase política estatal, que ahora detenta en exclusiva la libertad política. Que el ciudadano pueda decidir sus representantes, que hasta hace poco era idealismo utópico, se contempla actualmente como una realidad alcanzable en poco tiempo.
Ya no habrá excusa entonces para que los ciudadanos no podamos tener nuestros representantes al margen de los partidos estatales. Y tampoco para que no podamos elegir nuestro presidente entre todos los españoles, indistintamente que vivamos en Albacete, Bilbao o Barcelona. Todo será rápido, eficaz y transparente.
Tampoco estará justificada la abstención del dominguero playero. Ya no hará falta el desplazarse a votar a ningún sitio, pues se podrá hacer desde cualquier lugar del mundo y en cualquier día de la semana.
Pero eso que aparentemente parece tan fácil, será muy difícil de conseguir porque a los okupas del estado, no les interesa esa música, por razones obvias. Se les acabaría el chollo.
En cuanto todos seamos conscientes del porqué de esa resistencia y cuando comprobemos que con las modernas comunicaciones, podemos movilizarnos masivamente en poco tiempo, las horas de los oligarcas estarán contadas.
Será nuestra oportunidad. Paciencia ciudadano, el tiempo y la tecnología juegan a nuestro favor.