Muerto Franco, había en España una fuerte presión para el cambio político defendido por la oposición al régimen y apoyado y promovido por los principales países europeos y los EEUU. El ejemplo de Grecia y Portugal, que habían alcanzado la “democracia” (partitocracia) después de regímenes totalitarios, influyó enormemente como rumbo a seguir, en la persona de un monarca joven (el Rey actual) que había jurado los principios del Movimiento Nacional franquistas. También lo hizo el deseo alentado desde el poder y los medios de comunicación y ya manifestado en el tardofranquismo, de ingresar en la entonces CEE (comunidad económica europea, hoy Unión Europea).
El ejemplo de Portugal donde casi triunfa la revolución marxista, hizo que las presiones europeas y americana, fuesen en la línea de instaurar la reforma de las leyes del régimen en vez de la ruptura para rehacer la forma de Estado y de gobierno, como proponía el programa de la oposición al franquismo, unida en torno la Junta Democrática.
Para aquel fin, además de redactar la Ley de Reforma Política, que derogaba las leyes del Movimiento Nacional franquistas y de disolver sus cortes con procedimientos propios del caciquismo decimonónico, lo primero que se hizo fue redactar la ley electoral.
Esta se hizo con listas cerradas y bloqueadas, elaboradas en los despachos de las sedes de los entes que iban a monopolizar a partir de entonces, la actividad política.
De esa manera se evitaba las posibles algarabías, dar posibilidad a opciones indeseadas (como la comunista, por ejemplo), se garantizaba el oligopolio de los partidos de masa y facilitaba el acceso a la actividad política en igualdad de condiciones a gente mediocre y desconocida. Así se aseguraba el establecimiento de una clase política profesional, que aún perdura en la actualidad.
Del mismo modo se aseguraba la hegemonía electoral de los partidos de masa frente a la chusma del resto de partidos, que proliferaron como setas en lo que se acuñó popularmente con el término de “sopa de letras”.
Este pretendido periodo constituyente, fue un fiasco, pues la constitución se elaboró en secreto por un grupo de 6 personas, hoy conocidos como “padres de la constitución”.
La ley electoral hizo el resto. Mediante la misma, se presentan a las elecciones los candidatos que deciden lo partidos políticos. El sistema de recuentos proporcional asegura la representación de los primeros de cada lista, por lo que la verdadera lucha política se cuece por el orden de aparición en las mismas. Este sistema proporcional, con el recuento según la famosa Ley D`Hondt, produce un importante sesgo según la población del distrito y la cantidad de partidos mayoritarios en voto, que hace que en unos sitios sea necesario obtener el doble de votos con respecto a otros, para contar con la misma representación. Este sesgo juega a favor de las formaciones nacionalistas periféricas, que luego condicionan la gobernabilidad del Estado, al no estar separados los poderes legislativo y ejecutivo.
Según el diario El Mundo, el 66% de los españoles pide ahora cambiar la ley electoral para que los partidos nacionalistas no sean decisivos en las decisiones de gobierno, coma ha ocurrido en esta legislatura y lleva ocurriendo siempre que el PP o el PSOE no obtienen mayoría absoluta.
Pero que no se confunda nadie. La reforma previsible reforma en caso de hacerse por estos partidos políticos, se basa bajar el listón de porcentaje o de número de votos para obtener representación en el parlamento. Una reforma que causará resquemor en las formaciones nacionalistas, que aprovecharán sin duda la ocasión, para reforzar con argumentos victimistas sus posiciones separatistas.
La verdadera reforma, que significaría la defunción del régimen y la apertura hacia una verdadera democracia, vendría con una separación de elecciones, presidenciales y legislativas y un sistema de voto mayoritario a doble vuelta donde saliesen elegidos un solo representante ganador, al que se le podría exigir responsabilidades por su gestión.
Naturalmente esta reforma no será defendida por los grandes partidos PSOE y PP, pues saben que en la actual ley electoral, está su segura perpetuación en el poder.
Esta ley electoral es el talón de Aquiles de esta partitocracia y por tanto, el blanco a apuntar con la flecha de la verdad, para todo ciudadano que anhele la democracia y la libertad.