martes, agosto 07, 2007

LA PRUEBA DEL ALGODÓN

Para los que defendemos la democracia como un sistema político basado en la división de poderes y el control ciudadano de los cargos públicos, frente a esta oligarquía de partidos políticos, diariamente nos encontramos con ejemplos que clarifican su funcionamiento.
Recuerdo un anuncio de un producto de limpieza doméstica en el que una bella ama de cosa coge un trocito de algodón y lo pasa por un rincón de la cocina para mostrar la suciedad que se acumula en un habitáculo aparentemente limpio. Un vez usado el producto adecuado, el algodón se pasa quedando este impoluto, demostrando así las maravillosas propiedades de aquel.
La falta de libertad política de los ciudadanos queda fuera de toda duda para el quiera darse cuenta de que con su voto no elige a los dirigentes políticos, sino a una lista donde ya vienen establecidos por orden los que serán elegidos, para estos a su vez elegir, siguiendo las ordenes del que les ha puesto en dichas listas, a nuestros mandatarios.
Esta falacia, con la que convivimos y que es asumida por la mayoría de los ciudadanos, está justificada por los oligarcas con el peregrino argumento de la supuesta libertad de voto.
Naturalmente que en todo acto de elección entre varias opciones, existe la libertad de hacerlo por una en concreto o no hacerlo. Pero una cosa en eso y otra trascender el sentido de la libertad a un dominio que no le corresponde.
La reciente dimisión de Piqué en el PP, como jefe partido en Cataluña, ha sido precisamente por verse desacreditado por la dirección nacional del partido, al incluir ciertas personas en las listas electorales para las próximas elecciones generales.
Eso es una prueba fehaciente de donde reside realmente la libertad política. Es una evidencia que los dirigentes y componentes de los poderes del estado se eligen en las élites de los partidos y que no existe ningún contrapoder que pueda modificarlos salvo la subrepticia lucha entre aquellas. De vez en cuando, cuando algún gerifalte decide no tragar más en el fragor de la batalla, es cuando se descubre la verdad.

Otro botón de muestra:
El domingo pasado, publicó el diario La Verdad una entrevista con el Delegado de la Junta de Albacete Manuel González Ramos. Para los profanos, ese cargo es de los cuatro de mayor importancia de la provincia, junto con el Alcalde de la ciudad, presidente de la Diputación y Subdelegado de gobierno. Es el representante del Presidente de la Autonomía en la provincia. Conozco a Manolo personalmente, por razones profesionales. Es una persona con grandes dotes de seducción personal, debido a la impresión de seguridad que trasmite al decir las cosas y su carácter afable. Es educado, correcto, pero, bajo mi punto de vista, con escasas dotes de persuasión. Al margen de la nadería e indeterminaciones de las expresiones demagógicas pronunciadas en la entrevista (Albacete vuela muy alto, no hay quien lo pare, claro que despega, su situación es inmejorable, Castilla la Mancha está viviendo un momento dulce, etc.) llama la atención la siguiente pregunta:

-Muchos ciudadanos se pueden preguntar para qué sirve la figura del delegado provincial de la Junta de Comunidades. ¿Nos puede hacer un breve resumen de su trabajo? (sic)

La pregunta no tiene desperdicio, pues se supone que a un periodista le pagan por satisfacer las inquietudes de sus clientes. Aquel no es un ser ajeno a la sociedad. Si un periodista hace una pregunta, existen muchas posibilidades de que muchos de los potenciales lectores desconozca la misma.

¿Cómo es posible que los ciudadanos no sepan lo que hace uno de sus más conspicuos dirigentes? ¿Cabe seguir pensando que la clase dirigente sea una especie de casta que trasciende a la sociedad civil y cuyos componentes saben lo que hay que hacer para satisfacer sus necesidades? ¿De verdad no es mas fácil pensar que los cargos nazcan directamente de las necesidades ciudadanas expresadas directamente por ellos por medios democráticos y no impuestos por interpretación de nuestros deseos, como torticeramente nos quieren hacer creer nuestros dirigentes actuales?

Precisamente en la urdimbre de evitar y desviar las respuestas a estas sencillas preguntas se teje la finísima tela de araña invisible para nosotros y que atrapa y destruye nuestros razonamientos. Esa tela de araña junto a su consustancial contaminación- corrupción, es la que se quedará en el algodón que use cualquiera que se despoje de todas las ataduras ideológicas, tretas y supercherías que pregona este régimen de poder.
De cualquiera que, al igual que la hábil ama de casa, sepa por donde pasar la viruta de algodón para desenmascarar la apariencia de limpieza y trasparencia que delatan a los malos detergentes.