viernes, noviembre 23, 2007

ENLACES POLÍTICOS

En la naturaleza los enlaces atómicos, son fundamentales para la constitución y estabilidad de todas las sustancias conocidas. Todas las formas de las cosas y los distintos estados de la materia (sólido, líquido o gaseoso), dependen de dichos enlaces establecidos cuando los átomos de las moléculas se acercan lo suficiente entre ellos y quedan atrapados por fuerzas atractivas que varían en su intensidad y fortaleza, según el tipo de moléculas que se trate.
En el mundo orgánico, dada su versatilidad y variabilidad, los enlaces son relativamente débiles. Los átomos comparten los electrones de la capa más externa y aunque existe estabilidad de las moléculas así formadas, se permite que reacciones de poca necesidad energética para producirse y acciones de ciertas proteínas orgánicas, deshagan dichos enlaces y vuelvan a realizar otros, facilitando así las modificaciones moleculares tan variadas, dinámicas y complicadas de los seres vivientes. Ejemplos de estos, son los enlaces por puentes de hidrógeno que facilitan la gran capacidad de combinación del agua en la naturaleza.
Los materiales de los seres inertes, más estables y menos dinámicos, precisan de enlaces más fuertes. En los enlaces iónicos y metálicos, los átomos intercambian electrones de manera que forman uniones más consistentes que dan lugar a sustancias difícilmente atacables y deformables.; permiten cierta movilidad molecular que caracteriza sus propiedades, como conductibilidad, maleabilidad, dureza, etc., pero dan gran estabilidad y resistencia a los materiales.
En la vida social, laboral, familiar y en general en todas las relaciones humanas también existen fuerzas entre los distintos individuos, que se atraen y repelen entre sí, según su carácter y temperamento personal, así como su condición de parentesco. Analógicamente a los enlaces químicos, se dice que hacemos buenas migas (los esnob hablan de feeling) con alguien, cuando nos caen bien y que no tragamos a alguien o nos repele, cuando nos cae mal. La base de las amistades y el establecimiento de grupos de amigos están condicionados a ese tipo de sensaciones.
En la vida social y económica, también se produce esta analogía en las organizaciones; según las demandas y necesidades humanas, aquellas son mas estables o menos. Así vemos que a lo largo de los tiempos se mantienen ciertas entidades (bancos, aduanas, club de jubilados, etc.) mientras que otras cambian o se forman nuevas, en función de los tiempos, modas o necesidades del momento.
En las relaciones familiares, como las paterno-filiales, los lazos son muy fuertes, mucho más que los de amigos, compañeros de trabajo, organizaciones sociales o empresariales. La naturaleza sabe de lo importante de los vínculos familiares para la supervivencia de la especie.

En la vida política, las relaciones están condicionadas por la necesidad de un Estado rector y por la forma de organizarlo y manejarlo con el objetivo de solucionar los problemas de la sociedad, con el fin de conseguir la justicia, la paz y la felicidad de sus ciudadanos. Para ello se han creado distintas soluciones a lo largo de la historia.
El tipo de enlace que se ha conseguido, casi siempre hasta ahora, entre el Estado y su sociedad es un enlace débil e inestable, mas parecido a los puentes de hidrógeno que al iónico. Consecuencia de esto ha sido la gran inestabilidad política, la gran cantidad de cambios de régimen que ha habido en la historia y la falta de solución de los objetivos políticos.
La razón principal de esta falta de consistencia de las instituciones políticas ha sido, fundamentalmente, porque han sido impuestas siempre por la aristocracia del poder al margen del ciudadano.
El verdadero enlace fuerte, ha estado constituido por los poderosos y el Estado. Entre este y el ciudadano los enlaces han sido siempre débiles.
A lo largo de la historia, excepto la Constitución de los EEUU, el periodo revolucionario francés, la revolución Gloriosa inglesa y las instituciones suizas, los regímenes de poder han sido impuestos a toda la sociedad, por grupúsculos extranjeros, imperialistas, revolucionarios o productos del pacto entre el poder que fenecía y el nuevo; ello sin consulta, periodo constituyente, Cortes constituyentes, ni libertad política de los ciudadanos.
Cuando esto ocurre, como en el caso de la transición española, el pueblo se hace ilusiones de libertad, una libertad otorgada y alimentada con afán propagandístico por la autoridad, pero que no es suya, no le pertenece y por tanto no está dispuesta a defenderla o luchar por ella.
Recuerdo cuando en un programa de televisión un ciudadano le preguntó a Suarez, que es lo que había hecho él por España además de dividirla territorialmente y en partidos cuyo único objetivo era el poder, este respondió:
- ante todo, conseguir que tu me puedas hablar así.
Es la respuesta sincera del mandatario que, no solo sabe el origen del poder del Estado, sino que no tiene repararos en recordarlo, por si todavía hay ilusos que creen que la transición democrática fue un “milagro del pueblo español”.
Al igual que ocurre entre los enlaces del Estado y sus ciudadanos, el enlace entre instituciones de un Estado es proporcionalmente fuerte a la de aquellos. Cuanto más fuerte sean, más duración y estabilidad le proporcionarán al sistema político. Así, esta partitocracia, basada en el pacto entre el franquismo y las fuerzas democráticas emergentes, dio a luz un régimen monárquico de partidos, unido orgánicamente por los débiles enlaces del consenso y el perdón histórico. La prueba evidente de esta debilidad, es que cuando se debilita el consenso, como en la actualidad, se desestabiliza el régimen. Por eso estamos viendo, el continuo descrédito de la familia real, del Rey, la demanda de referéndums de los nacionalistas periféricos, el ultraje a la bandera, la quema de fotos reales, el recrecimiento del terrorismo, la manipulación de la historia, etc.
En pleno siglo XXI, no se puede justificar a ninguna autoridad al margen de unas instituciones hechas, organizadas y regladas por los sujetos de su propia actividad, es decir, sus ciudadanos.
Ningún Rey, ni Jefe de Estado impuesto, ni dictador, es justificable, ni política ni moralmente, en una sociedad igualitaria, instruida, desarrollada y civilizada donde predominen los valores de igualdad de oportunidades para todos, así como de formación, superación y excelencia, tanto individual como colectiva.
Lo que debe garantizar una fortaleza, estabilidad y duración, son organismos e instituciones pensados, organizados y formalizados por los ciudadanos; que puedan garantizar por si mismas, además se su correcto funcionamiento, la libertad política de la sociedad civil.
Como ocurre en la naturaleza, nos corresponde a todos nosotros romper los débiles enlaces de hidrógeno que nos unen y que unen a las instituciones de este Estado de oligarcas de partido, para formar fuertes enlaces iónicos y metálicos que hagan casi imposible, como si de lazos paterno-filiales se tratara, separarnos de una Constitución que garantice tanto el Presidencialismo, la Asamblea de diputados (ambos elegidos por el pueblo) y un Tribunal supremo de jueces independientes, como la separación de dichos poderes. Poderes que podamos controlar y elegir por la regla democrática por antonomasia, la regla de la mayoría. Y que por esta misma regla, podamos deponerlos cuando sean desleales a nosotros o a nuestras instituciones.

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