Como hemos visto en las elecciones de Cataluña, donde la mitad de la población ha dado la espalda a los políticos, se ha consumado la prueba del algodón para esta llamada “democracia”.
Hemos visto como no es problema perder o ganar escaños, con el voto proporcional a listas cerradas de partidos políticos, en grandes distritos.
Pues bien, en Cataluña, un partido con voto mayoritario, que aumenta su numero de escaños, se ve relegado a la oposición a un gobierno, elegido por los partidos que han perdido escaños.
Pero no es esto todo lo malo del asunto. El mercadeo de puestos de responsabilidad que sin tapujos, se abrió el día siguiente a conocer los resultados electorales.
El partido mayoritario burgués, ofrecía a un partido que se llama republicano (ERC), pero que se desenvuelve la mar de bien en la monarquía y que se supone de la izquierda obrera y que para mas INRI ocupa la tercera plaza electoral (muy por detrás de la segunda fuerza política), nada mas y nada menos que la Consejería mas importante del nuevo gobierno y la mitad del resto.
Es decir, que si hacemos obviamos la figura del Presidente, la tercera fuerza política controlaría más Consejerías que la primera.
Esto sonroja al más sinvergüenza. No contentos con esto, el partido tentado, se permite el lujo de rechazar la oferta y pasar a formar parte de un pacto contra natura desde el punto de vista de la voluntad ciudadana.
Dejemos por un momento Cataluña y vamos a analizar un poco lo que pasa en el proceso electoral del parlamento de la nación y que es lo que quiero decir cuando afirmo que este sistema, no es representativo.
Vamos a hacer abstracción de todo lo que rodea al acto de elegir en este régimen y de consideraciones sobre el tipo de elecciones y voto y a deshacernos de prejuicios de ese tipo. Vamos a considerar el acto puro de elegir un candidato con su voto. De esta manera tendríamos que tener una proporción matemática entre ambos.
Un escaño no es cuestión baladí, desde el punto de vista de la voluntad popular. Hace falta la coincidencia, en su intención colectiva, de muchos votantes, para quitarlo u otorgarlo. Obviando la mayor o menor iniquidad (mas bien la mayor) en su reparto por distritos con la Regla de Hondt, para ganar o perder representantes, hace falta muchos votos a favor o en contra, respectivamente.
Analicemos lo que ocurrió por ejemplo en las elecciones generales del año 2000; podría haber cogido cualquier otro resultado; en alguna parte de este blog están también los resultados de las de 1993 y se podrían analizar también las de 2004 con parecidas conclusiones.
Si observamos los porcentajes con el reparto de escaños, veremos lo sorprendente que resulta que:
- Con porcentaje de votos similares, CIU dobla en diputados a IU.
- Con 4 veces menos votos, el PNV obtiene casi los mismos diputados que IU
-Con casi el mismo porcentaje de votos, el PNV dobla en escaños a los canarios de CC.
¿Qué nacionalistas son los que condicionan la política en el Parlamento nacional?
Esta es la verdadera faz de la partitocracia.
A los oligarcas, les trae al fresco que la mitad de la población no vaya a votar.
Les da igual que la voluntad popular, por ejemplo en las últimas elecciones catalanas, se haya decantado mayoritariamente por una opción que va a tener la misma función con 48 diputados (CIU) que otra que ha conseguido 3 (Ciudadanos de Cataluña).
Mientras tanto, nos vamos enterando que en un país llamado EEUU, donde hace poco se reeligió a un presidente ufano, ahora paga con la pérdida del poder legislativo, en unas elecciones que garantizan el control institucional de poderes. Tendrá que gobernar con la oposición imponiendo las leyes y presupuestos.
Como apunta un miembro de nuestra ALCD, no hay ninguna reacción política de admiración o envidia sana. Ningún síntoma de emulación de un sistema que borraría de un plumazo el bochornoso espectáculo que se está viviendo en Cataluña y que no es el primero ni será el último.
Lo de Cataluña es lo más reciente, pero recordemos lo de Baleares, Aragón y la multitud de casos análogos en ayuntamientos de nuestra geografía.
Esta es la verdadera faz de la partitocracia.
A los oligarcas, les trae al fresco que la mitad de la población no vaya a votar.
Les da igual que la voluntad popular, por ejemplo en las últimas elecciones catalanas, se haya decantado mayoritariamente por una opción que va a tener la misma función con 48 diputados (CIU) que otra que ha conseguido 3 (Ciudadanos de Cataluña).
Mientras tanto, nos vamos enterando que en un país llamado EEUU, donde hace poco se reeligió a un presidente ufano, ahora paga con la pérdida del poder legislativo, en unas elecciones que garantizan el control institucional de poderes. Tendrá que gobernar con la oposición imponiendo las leyes y presupuestos.
Como apunta un miembro de nuestra ALCD, no hay ninguna reacción política de admiración o envidia sana. Ningún síntoma de emulación de un sistema que borraría de un plumazo el bochornoso espectáculo que se está viviendo en Cataluña y que no es el primero ni será el último.
Lo de Cataluña es lo más reciente, pero recordemos lo de Baleares, Aragón y la multitud de casos análogos en ayuntamientos de nuestra geografía.
Urge una reforma de la constitución.
Pero no la superflua que se pretende sobre la corona, si no la que asegure las elecciones por voto mayoritario a doble vuelta, la separación de poderes, con elecciones presidenciales y legislativas por separado. Para que el pueblo pueda elegir y deponer libremente a sus gobernantes como ocurre en el denostado EEUU.
Para los ingenuos que reclaman que en casos como en Cataluña haría falta una segunda vuelta, decirles con estas reglas, una segunda vuelta es inútil.
Primero, porque aquí no hay separación de poderes. Y segundo, porque las segundas vueltas solo tienen sentido para elecciones con voto mayoritario y aquí el voto es proporcional; en aquellas se vota dos veces una con el “corazón” y otra con la “razón”.
Por otra parte algunos oligarcas (recientemente Paco Vázquez), reclaman la modificación de la ley electoral, con la boca chica, pero jamás permitirían los cambios que conduzcan a la democracia, sino los cambios que permitan reafirmar mejor su perpetuación en el poder.
El pedir LA DEMOCRACIA, así con mayúsculas es una obligación moral de todo ciudadano que no pueda soportar situaciones de ese tipo sin inmutarse.
Somos nosotros los que lo tenemos que hacer. Somos nosotros los que lo tenemos que solicitar. Somos nosotros los que nos tememos que movilizar para ello.
En circunstancias como estas, algo nuestro se mueve; esto se mueve.
Pero no la superflua que se pretende sobre la corona, si no la que asegure las elecciones por voto mayoritario a doble vuelta, la separación de poderes, con elecciones presidenciales y legislativas por separado. Para que el pueblo pueda elegir y deponer libremente a sus gobernantes como ocurre en el denostado EEUU.
Para los ingenuos que reclaman que en casos como en Cataluña haría falta una segunda vuelta, decirles con estas reglas, una segunda vuelta es inútil.
Primero, porque aquí no hay separación de poderes. Y segundo, porque las segundas vueltas solo tienen sentido para elecciones con voto mayoritario y aquí el voto es proporcional; en aquellas se vota dos veces una con el “corazón” y otra con la “razón”.
Por otra parte algunos oligarcas (recientemente Paco Vázquez), reclaman la modificación de la ley electoral, con la boca chica, pero jamás permitirían los cambios que conduzcan a la democracia, sino los cambios que permitan reafirmar mejor su perpetuación en el poder.
El pedir LA DEMOCRACIA, así con mayúsculas es una obligación moral de todo ciudadano que no pueda soportar situaciones de ese tipo sin inmutarse.
Somos nosotros los que lo tenemos que hacer. Somos nosotros los que lo tenemos que solicitar. Somos nosotros los que nos tememos que movilizar para ello.
En circunstancias como estas, algo nuestro se mueve; esto se mueve.
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